Fecha: 21/04/2025
La humanidad genera entre 2.100 y 2.300 millones de toneladas de residuos sólidos urbanos al año.
Cuando se gestionan de forma inadecuada, gran parte de esos residuos -desde alimentos y plásticos hasta productos electrónicos y textiles- emiten gases de efecto invernadero o sustancias químicas venenosas. Esto daña los ecosistemas, inflige enfermedades y amenaza la prosperidad económica, perjudicando de forma desproporcionada a mujeres y jóvenes.
«El consumo excesivo nos está matando. La humanidad necesita una intervención», afirma el Secretario General de la ONU, António Guterres.
Aquí tienes ocho maneras de adoptar un enfoque cero - residuos:
Alrededor del 19% de los alimentos disponibles para los consumidores se desperdicia anualmente, a pesar de que 783 millones de personas pasan hambre. Entre el 8% y el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero del planeta proceden de la producción de alimentos que acaban desperdiciándose.
Hay muchas maneras de invertir la tendencia. Los ayuntamientos pueden promover la agricultura urbana y utilizar los residuos alimentarios en la cría de animales, la agricultura, el mantenimiento de zonas verdes y otras actividades. También pueden financiar programas de compostaje de residuos alimentarios, segregarlos en origen y prohibir su vertido en vertederos. Mientras tanto, los consumidores pueden comprar solo lo que necesitan, almacenar los alimentos de forma más inteligente, aprovechar las sobras, compostar los restos de comida en lugar de tirarlos y donar alimentos antes de que se echen a perder.
La recuperación ya está en el menú de algunos lugares. Por ejemplo, en Nigeria, la ONG “No Hunger Food Bank” trabaja con la comunidad indígena Adeta para reducir las pérdidas posteriores a la cosecha reciclando las cáscaras de yuca para convertirlas en pienso para animales.
Menos del 1% del material utilizado para producir ropa se recicla en nuevos artículos, lo que supone una pérdida anual de valor material de más de 100.000 millones de dólares. Además, la industria textil utiliza cada año el equivalente a 86 millones de piscinas olímpicas de agua.
Para contrarrestarlo, la industria de la moda debe ser más circular. Las marcas y los minoristas pueden ofrecer productos que duren más y puedan rehacerse, los gobiernos pueden proporcionar infraestructuras para recoger y clasificar los textiles usados, los comunicadores -incluidos los influencers y los directores de marca- pueden cambiar la narrativa de marketing de la moda, y los consumidores pueden evaluar si sus compras de ropa son necesarias.
«Cero residuos tiene sentido a todos los niveles», afirma Michal Mlynár, Director Ejecutivo en funciones de ONU-Hábitat. «Al retener los materiales dentro de la economía y mejorar las prácticas de gestión de residuos, aportamos beneficios a nuestras economías, nuestras sociedades, nuestro planeta y a nosotros mismos».
Los aparatos electrónicos, desde computadoras a teléfonos, están atestando los vertederos de todo el mundo, ya que los fabricantes no dejan de animar a los consumidores a comprar aparatos nuevos.
Mediante una política sólida, los gobiernos pueden animar a los consumidores a conservar sus productos durante más tiempo y empujar a los fabricantes a ofrecer servicios de reparación, un cambio que aportaría numerosos beneficios económicos.
«A medida que el mundo se ahoga en residuos, la humanidad debe actuar», afirma Sheila Aggarwal-Khan, Directora de la División de Industria y Economía del PNUMA. «Tenemos las soluciones para resolver la crisis de la contaminación por residuos. Sólo necesitamos el compromiso, la colaboración y la inversión de gobiernos, empresas y particulares para aplicarlas.
El uso de materias primas se ha triplicado con creces en los últimos 50 años, impulsando la destrucción de espacios naturales y alimentando la triple crisis planetaria del cambio climático, la pérdida de naturaleza y biodiversidad, y la contaminación y los residuos.
Los productores pueden seguir normas de ecodiseño determinadas a nivel nacional para reducir el uso de energía y recursos, minimizando al mismo tiempo los productos químicos peligrosos en la producción. Estas normas también garantizan que los productos sean duraderos, reparables y reciclables durante su uso.
Esto debería formar parte de un esfuerzo más amplio para diseñar productos a través de lo que se conoce como el enfoque del ciclo de vida. Esto implica reducir el uso de recursos y las emisiones al medio ambiente a lo largo de todas las etapas de la vida de un producto, desde la producción hasta el reciclaje.
(continúa en la siguiente publicación)
FUENTE: www.unep.org